Un conjunto de sonrisas de jóvenes que gritaban desde sus entrañas «misión cumplida».

Tras cuatro años de desvelos por estudiar, resolver fórmulas matemáticas que deriven en la  resolución de problemas que todos los días enfrentan esas máquinas extraordinarias que se han convertido en una de las principales herramientas de movilidad para el trabajo cotidiano, entretenimiento, gozo y disfrute de las y los integrantes de las sociedades modernas: automóviles.

La sonrisa de los jóvenes quedó tatuada por algunos minutos y tenía tal potencia que iluminaba todo el interior de la Santa Veracruz, iglesia ubicada en el corazón de la ciudad de Toluca que se caracteriza, entre otras virtudes, por albergar a algunas de las principales armadoras de automóviles del mundo.

Acompañados por sus mamás, papás, hermanas, hermanos, primos, tíos y amigos, entre otros, los graduados en Ingeniería Automotriz escucharon misa para agradecer al todopoderoso, Dios, que les haya permitido llegar al final de su preparación académica que se prolongó por poco más de cuatro años.

Higinio Iñiguez, graduado en Ingeniería Automotriz

Lapso de tiempo que les permitió entender el origen, fabricación, estructura, proceso y operatividad conjunta de múltiples disciplinas de la ingeniería que permiten a un vehículo desplazarse y a sus ocupantes viajar de forma confortable y segura.

«Un auto es una maravilla de la ingeniería; te subes, metes la llave, lo activas y puedes desplazarte a cualquier punto. Ayuda mucho a las personas para que puedan recorrer largas distancias», comentó Higinio Íñiguez, estudiante que junto con una treintena de sus compañeros logró graduarse del Instituto Tecnológico de Ingeniería Automotriz.

La sonrisa de los graduados estuvo enmarcada con su traje  azul, camisa blanca y corbata roja; perfectamente peinados y con un orgullo avasallador que se presenta en ocasiones tan especiales como es la conclusión de una carrera profesional, a los ingenieros les quedó chico el templo de la Santa Veracruz que está bajo proceso de remodelación.

Pues aunque eran pocos los graduados, el respaldo de sus familiares quintuplicó su número.

«No todos los días se gradúa un hijo, y pues estoy muy contenta», dijo una de las Mamás que solicitó permiso en el trabajo para esperar a su hijo con un enorme ramo de flores y globos.

A la distancia lo vio y le dijo «mi ingeniero», a ambos se les cristalizaron los ojos de alegría.

Cuatro años en la carrera.

«Eramos como sesenta al principio y llegamos al final solo 25», dijo el joven Higinio tras reconocer que no fue nada sencillo llegar al final, no solo porque había que pagar la colegiatura de 2 mil 500 pesos que en los últimos años subió a 3 mil, sino porque la gran mayoría de sus compañeros no viven en Toluca, pues vienen de municipios de Villa de Allende, como es su caso y, por ello, también se tiene que pagar renta.

«Muy complicado por el factor económico y la distancia, porque un buen número de compañeros vienen de municipios muy alejados», expresó.

En ese sentido, precisó que el apoyo familiar es fundamental para que hayan concluido la carrera y hoy muchos ya estén empezando a trabajar. 

¿Qué te animó en estudiar ingeniería automotriz? 

«El gusto por los automóviles, por crear y hacer cosas de mecánica», enfatizó.

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